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Frecuentemente se dice que el nihilismo es una de las características de la era moderna pero, ¿qué es el nihilismo? El nihilismo significa algo así como la “muerte” de Dios, la negación del valor y del significado objetivo, la borradura de las distinciones morales y jerárquicas, la disolución de un mundo común a las perspectivas individuales, y la disolución de una cultura común a las “preferencias dadas” subjetivas.
Nietzsche define el nihilismo como una devaluación de los valores más elevados, los valores nucleares, de una civilización. Teniendo eso en cuenta, para entender el nihilismo debemos, por lo tanto, comprender: (1) la naturaleza de los valores, (2) el rol de los valores en la vida, (3) la naturaleza de la reclamación de los valores sobre nosotros, y (4) como es posible que los valores pierdan su afirmación sobre nosotros. Propongo que para responder estas preguntas vayamos a través de la examinación de cuatro pensadores. Giambattista Vico (1668–1744), Søren Kierkegaard (1813–1855), Friedrich Nietzsche (1844–1900), y Ernst Jünger (1895–1998).
Nietzsche sobre la Vida y los Valores
Nietzsche llamó al elemento constitutivo definitivo del mundo Voluntad de Poder. Este es un nombre altamente antropomorfizado para algo que no es ni una voluntad (no hay un agente detrás) ni es “de Poder” (no está dirigido hacia el objetivo del poder, o cualquier otro objetivo). La Voluntad de Poder es el nombre de Nietzsche para el caos, el cual él concibe como una infinidad virtual de puntos de fuerza cambiante y descargándose enteramente sin patrón o propósito.
El caos de alguna forma hace surgir la vida, la vida hacia la conciencia, y la conciencia hacia la auto-conciencia. La auto-conciencia, sin embargo, presenta un problema para la vida, porque los seres auto-conscientes demandan razones para continuar su vida; ellos demandan significado y propósito en la vida. Y esta es una demanda que el caos no puede responder. En un mundo de caos, todas las opciones son iguales. Nada es mejor o peor que cualquier otra cosa. Ninguna opción es preferible a cualquier otra. Elegir no es preferible a no elegir. La acción, por lo tanto, es fundamentalmente irracional. No hay razón para salir de la cama en la mañana. No hay razón para preferir la continuidad de la existencia frente a la no existencia. Nada importa. Nada hace una diferencia. Esta es una condición tan terrible para los seres auto-conscientes que son aniquilados cuando se encuentra con ella directamente.
La vida, sin embargo, continúa. Se preserva a sí misma detrás de la espalda de la conciencia al manufacturar valores. Estos valores manufacturados son ficticios en los cuales la conciencia piensa que descubre como hechos objetivos. Por más ficticios esos pensamientos sean, los valores cambian todo. Una vez que los valores son creados, algunas cosas se muestran como objetivos a ser alcanzados; otros se muestran como males a ser evitados. La vida toma significado, propósito y estructura. Las cosas empiezan a hacer una diferencia. Uno de golpe tiene una razón para levantarse de la cama por las mañanas. La vida puede seguir. La verdad del caos es una verdad que mata. Pero la mentira de los valores es una mentira con la cual podemos vivir. Es una mentira necesaria, una mentira noble.
Para Nietzsche, el nihilismo aparece cuando los valores nucleares de una cultura dejan de ser creídos. Hay dos tipos de nihilismo: pasivo y activo. El pasivo profundamente se identifica con los valores nucleares de su civilización. Por lo tanto el experimenta su pérdida como desmoralizante y desvitalizante. El activo primariamente experimenta a los valores reinantes como impedimentos a la libertad de sus deseos e imaginación. Por lo tanto, él experimenta la caída de los valores como liberadores. Para Nietzsche, la era del nihilismo será terminada por un tipo particular de nihilismo activo: construyendo e imponiendo nuevos valores nucleares para una nueva civilización
Vico y Cassier
En este punto, quiero agregar un punto a parte en la explicación de los origines del lenguaje, el mito y la cultura ofrecidos por Giambattista Vico (1668-1744) y Ernst Cassirer (1874-1945), pues pienso yo que estas explicaciones naturalistas son ampliamente compatibles con la explicación de Nietzsche de los orígenes de los valores y las suplementan gratamente al describir la encarnación concreta de los valores en el lenguaje, la cultura y el mito. Vico y Cassirer dan esencialmente la misma explicación del origen del lenguaje y del mito, ya que ambos sostienen que las primeras palabras fueron los nombres propios de los dioses, y alrededor de estos nombres crecieron las mitologías y los lenguajes que formaron el núcleo de las culturas.
Vice ofrece un espléndido mito para ilustrar los orígenes del lenguaje y del mito. Después de la inundación bíblica, cuando la tierra estaba secándose y lentamente repoblándose, los hijos y nietos de Noé retornaron a la naturaleza, volviéndose muy parecido a los Hombres Naturales descritos por Rosseau en Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres. Ellos perdieron todas las artes y ciencias, familias y comunidades organizadas, mito y religión, e incluso el uso del lenguaje. Y, porque perdieron también la limpieza personal y se regodeaban en su propia orina y materia fecal, Vico afirmó –de acuerdo a una historia de viejas esposas corriente en su época en su ciudad natal de Nápoles- ellos crecieron a una estatura gigante. Entonces Vico nos ofrece una imagen de gigantes, vacíos de lenguaje y cultura, sin familia o ciudades, caminando solos en un vasto bosque que cubría la tierra, ocasionalmente chocándose los unos con los otros y fornicando para luego ir en caminos separados.
Eventualmente, sin embargo, evaporándose de la tierra surgieron enormes tormentas eléctricas –tormentas más grandes que cualquiera haya visto antes, ya que blanqueaban la tierra entera, y de la misma salió un flash de rayos que encendió al mundo entero y un aplauso intenso que hizo temblar la tierra hasta sus cimientos, y los gigantes de miedo chillaron una sola palabra: “Júpiter”.
Júpiter fue la primera palabra. Es un nombre propio. Y lo que nombra es una fuerza terrible de la naturaleza. Pero cuando esta fuerza es nombrada y personificada, algo increíble sucede. La tormenta no es más un aterrador misterio. Más bien, es el producto de una deidad que tiene sus razones para enviarla. La tormenta de pronto se vuelve inteligible. Es más, si podemos descubrir las razones detrás de la tormenta, entonces quizás podemos evitar irritar a Júpiter. O, si podemos encontrar su precio, podemos sobornarlo. De cualquier forma, ganamos algún control sobre el mundo. El mito y el lenguaje, entonces, son los primeros intentos del hombre de dominar y entender un mundo, de otra forma, caótico, inescrutable y aterrador.
Pero noten que los orígenes del lenguaje y del mito son pre-racionales o irracionales. Ellos no son deliberadamente construidos, sino reacciones espontaneas y automáticas a los estímulos ambientales. Nadie puede sentarse y crear lenguajes y mitos como convenciones. Más bien, la existencia de convenciones ya presupone la existencia de un lenguaje común y una comunidad común que puede discutir y ponerse de acuerdo sobre la adopción de ciertas convenciones.
Pero si el lenguaje y el mito, la cultura y los valores son ficciones pre-racionales, ¿entonces qué clase de reclamo pueden tener sobre nosotros? ¿Qué nos motivaría a creer y a seguirlos? ¿Cuál es la fuente de su autoridad y seducción? Para una respuesta a estas preguntas, debemos acudir a Kierkegaard.
Kierkegaard sobre el Reclamo de los Valores
Søren Kierkegaard fue el primer auto nombrado “existencialista”. Kierkegaard, como muchos escépticos y fideístas, revierte la valorización tradicional filosófica de la teoría por sobre la práctica. Kierkegaard sostiene que es una práctica activa, no una reflexión teorética, que nos da acceso a lo verdadero y bueno. Aprendemos que lo que es verdadero y bueno a través de ser socializados en una comunidad y cultura, y el proceso de socialización es primariamente un asunto práctico.
Aprendemos al hacer- al hacer mientras otros hacen alrededor de nosotros, al imitar a las personas autoritativas y seguir sus órdenes. Aprendemos lo que es verdadero y bueno a través de instituciones de formación concreta y práctica para una sociedad, y lo verdadero y lo bueno son accesibles a nosotros siempre y cuando participemos de estas instituciones concretas y prácticas y reconozcamos su autoridad.
En pocas palabras, el centro neurálgico de los valores es la cultura. Los medios principales para la diseminación de los valores es la endoculturación[1]. Y la autoridad de los valores proviene de nuestra identificación pre-racional y pre-reflectante con nuestra cultura y forma de vida.
Porque los valores son revelados a través de la práctica, no de la teoría, su reclamo sobre nosotros es pre-racional. Por lo tanto, el intento de usar la razón para reflexionar, criticar y quizás dar un fundamento a nuestros valores, sirven tan sólo para alienarnos de ellos al debilitar nuestros compromisos pre-racionales.
En su trabajo de 1846, The Present Age, Kierkegaard describió como la razón y la reflexión ha minado todas las instituciones autoritativas y todas las costumbres de la cultura occidental, de esa manera minando todos los compromisos con los valores nucleares, liderando el colapso de las distinciones morales, el aplastar las jerarquías morales, y la subjetivación de los valores. Él profetizó la llegada de la era nihilista.
La cuestión de Kierkegaard era como recuperar una existencia significativa, como salvar los valores de marchitarse por un enfermo y afeminado racionalismo, como rasguñar nuestra salida de las arenas movedizas del nihilismo pasivo. La respuesta de Kierkegaard fue simple: cada individuo debe tomar un compromiso consciente y absoluto de alguna forma de vida y sus valores constitutivos. Una vez tomamos tal compromiso, el mundo no es más un asunto de indiferente a nosotros; las cosas nuevamente se muestran buenas o malas, acertadas o erróneas- siempre y cuando mantengamos firme nuestro compromiso. En pocas palabras, para Kierkegaard la cura del nihilismo pasivo es el nihilismo activo –y el hecho de que el propio compromiso de Kierkegaard fue con el cristianismo no hace de su compromiso algo menos nihilista.
Jünger sobre la Tecnología y La Muerte de los Valores
Ernst Jünger está esencialmente de acuerdo con Nietzsche sobre los orígenes y naturaleza de los valores y con Kierkegaard sobre la naturaleza y la cura del nihilismo, pero él agrega una nueva y significante dimensión a nuestro entendimiento de los medios por los cuales el nihilismo viene a reinar. Es una explicación que profundamente influenció a Heidegger, y con la cual Heidegger estaba esencialmente de acuerdo.
El concepto central de la explicación de Jünger sobre el nihilismo es la tecnología. Si los valores son ficciones propuestas por la vida para mantenerse a sí misma, y si los valores están codificados y transmitidos a través de instituciones y costumbres culturales concretas, entonces uno puede ver la cultura como un muro protector que construimos contra los enervantes terrores de la realidad caótica. Para Jünger, la tecnología moderna es un Caballo de Troya que nos lleva a abrir las puertas de la cultura a las abrumadoras fuerzas del caos.
La civilización tecnológica moderna es una forma de cultura. Pero es una forma de cultura que mina todas las otras formas de cultura –y también se mina a sí misma como cultura- porque la visión del mundo de la tecnología moderna se sostiene en el uso de la razón, la ciencia y la tecnología para progresivamente liberar a la humanidad de todos los impedimentos irracionales y externos, que lo frenan de la satisfacción de sus deseos.
Mientras que los antiguos experimentaron la naturaleza como algo inamovible en un orden eterno fundando y obligado al reino de la acción humana, los modernos experimentan la naturaleza como simplemente una pila de recursos que son, en principio, infinitamente transparentes al conocimiento humano e infinitamente maleable a las finalidades humanas. Desde el punto de vista tecnológico, no hay límites fijos a la acción humana; tan sólo hay impedimentos temporarios que eventualmente cederán, a su tiempo, por una ciencia y tecnología mejor.
Desafortunadamente, sin embargo, la mentalidad tecnológica considera a los valores y sus instituciones concretas culturales concretas encarnadas en la religión, el mito y los costumbres como impedimentos. Los valores, después de todo, surgen de fuentes pre-racionales o irracionales. Son por necesidad falsificaciones de la realidad. Y ellos imponen limitaciones a las satisfacciones tecnológicas de nuestros deseos.
¿Cuantos de nosotros nos quejamos amargamente cuando oímos a la gente rehusar transfusiones de sangre a sus hijos y vacunas ‘meramente’ en bases religiosas, meramente en el nombre de algo sagrado? La civilización tecnológica debe, por lo tanto, ponerse en guerra con el mito, la religión, la tradición, la costumbre, los valores y los apegos pre-racionales que, por ejemplo, nos quieren hacer ayudar a nuestros hijos inclusive cuando los hijos de otros necesitan más nuestra ayuda.
Sin embargo, mientras progresivamente regateamos más y más lo sagrado y la moral por los beneficios de la cultura tecnológica, también regateamos más y más la santidad y la dignidad de nuestra propia humanidad; nos encontramos lentamente transformados de sujetos soberanos utilizando la tecnología para la satisfacción de nuestros deseos, en objetos pasivos de la tecnología.
Por ejemplo, nos encontramos más y más teniendo deseos que son abastecidos por imperativos del mismo sistema tecnológico que fue diseñado para satisfacerlos. Una vez que nuestras actividades están determinadas no por ideas y valores, sino por nuestros deseos corporales –por nuestros ‘yo’ naturalistas y pre-culturales – el cuerpo, no el alma, se vuelve el sujeto, el agente conductor, del sistema tecnológico.
Pero la agencia del cuerpo es ilusoria, puesto que el cuerpo es- y siempre ha sido- principalmente el objeto, no el sujeto, de la manipulación tecnológica. Desde el maquillaje a la moda, desde el piercing al tatuaje, de la dieta a los ejercicios, de la cirugía plástica a la ingeniería genética, el cuerpo es el objeto de la manipulación tecnológica, mayoritariamente en respuesta a los imperativos generados por el sistema tecnológico en sí mismo.
En nuestra búsqueda por la libertad a través de la dominación de nuestro propio ambiente, pronto descubrimos que cada uno de nosotros es un objeto en el ambiente de alguien más, y que el otro lado del control está la dominación. Pero es una forma de dominación en la cual todos son objetos y nadie es el sujeto. Es una dominación sin dominador, dominación por una máquina tecnológica impersonal que creció como una consecuencia sin intención de las acciones individuales, que no fue diseñada conscientemente por alguien, y que nadie puede controlarla conscientemente.
La dominación sin un dominador es otra forma de hablar de la voluntad sin sujeto; es otra forma de hablar de la Voluntad de Poder. Pero la Voluntad de Poder es el mismo caos del que se suponía que la cultura nos protegería. Pero la cultura tecnológica, al minar los orígenes pre-racionales, las falsedades necesarias, y los valores constitutivos de la cultura, ha traído a la Voluntad de Poder al corazón del mundo humano y la ha instalado como nuestros amos.
La más escalofriante imagen del triunfo de la Voluntad de Poder tecnológica son los “Borg” en Star Trek- The Next Generation. Los Borg son criaturas humanoides cuyas vidas se han vuelto tan entrelazadas con la tecnología- incluyendo implantes tecnológicos en sus propios cuerpos- que perdieron toda consciencia individual y se volvieron casi literalmente meros operarios en sus propias máquinas. Se volvieron los objetos, no los sujetos, de un sistema tecnológico autónomo. Y aunque este sistema ha obtenido una consciencia colectiva por sus propios medios, la cual ahogó las consciencias individuales de sus componentes humanoides, la mente colectiva de los Borg es manejada por un imperativo bastante simple: el asimilar a todas las otras tecnologías y todos los otros seres vivos a su sistema tecnológico. ¿Por qué? No hay otro fin último más allá de la simple continuación del proceso en sí mismo. Los Borg asimilan sólo en orden de continuar asimilando. La Voluntad de Poder sólo quiere una cosa: la continuación de su voluntad.
¿Cuál es la solución de Jünger al nihilismo tecnológico? Jünger creía que la Voluntad de Poder tecnológica era imparable, que subyugaría toda la tierra y el universo entero, que nada se podría poner frente a ella. La experiencia de Jünger en las trincheras de la Primera Guerra Mundial lo llevaron a creer que la guerra era un sistema tecnológico autónomo, una creación humana que rápidamente escapó el control de sus creadores y los sometió a los imperativos tecnológicos de su propia existencia continua. Todas las motivaciones políticas y morales, todos los objetivos políticos, todos los medios-fines racionales se volvieron irrelevantes, pero la guerra continuó; se lleva a sí misma, simplemente por llevarse a sí misma. Jünger se convenció de que la única forma de entender el fenómeno de una guerra total y autónoma era viéndola como una expresión de la Voluntad de Poder, como una erupción volcánica imparable en el mundo humano.
Y, son puedes vencer, únete. Jünger estaba convencido que la única forma de rescatar algo de significado de un nihilismo mientras se despliega es someterse uno mismo a él, para ir a lo inevitable, y entonces internalizarlo, y hacerlo propio. En Battle as Inner Experience, él escribe:
Todos los objetivos son pasados, sólo el movimiento es eterno, y da a luz sin cesar y sin piedad a magníficos espectáculos. Para hundir en su elevada finalidad sin metas como en una obra de arte o como en un cielo estrellado, que se otorga sólo a unos pocos. Pero aquel que experimenta en esta guerra sólo negación, sólo sufrimiento propio y no afirmación, [no] un movimiento mayor, lo experimenta como un esclavo. No tiene una experiencia interna, sólo una interior.
Al igual que Kierkegaard, Jünger sostiene que la solución al nihilismo pasivo es el nihilismo activo, lo que nos deja todavía en el ámbito del nihilismo.
Heidegger
¿Hay una alternativa fundamental al nihilismo? ¿Hay una alternativa a los valores de voluntades fuertes positivas o negativas? ¿Hay una alternativa a las voluntades débiles que reciben o que pierden los valores impuestos o negados por los demás? ¿Hay una alternativa a todo esto dispuesto? Pues la raíz del nihilismo es la voluntad-específicamente, la inflación de la voluntad hasta el punto de que se convierte en el rasgo definitorio del ser mismo. El proyecto filosófico de Martin Heidegger puede entenderse como un intento de superar el nihilismo en su raíz, la inflación de la voluntad en el sentido del Ser.
La explicación del nihilismo de Heidegger está de acuerdo con el relato de los orígenes y la naturaleza de los valores de Nietzsche, con la explicación de Kierkegaard de la realización cultural y transmisión de valores, con la explicación del papel de la razón en el debilitamiento del compromiso de Kierkegaard, y con la cuenta de Jünger de la tecnología como el caballo de Troya que permite la voluntad de poder invadir y conquistar el mundo humano. Pero Heidegger no está de acuerdo con sus soluciones, que todas se reducen a la sustitución de nihilismo pasivo con el nihilismo activo. Pues el nihilismo activo sigue siendo nihilismo.
La superación del nihilismo, sin embargo, no es una tarea sencilla. Pues Heidegger traza la metafísica de la voluntad de vuelta a los orígenes de la metafísica occidental. Así, para superar al nihilismo, debemos superar la metafísica. Pero Heidegger no ve a la tradición metafísica como meramente un registro de errores humanos, sino como el producto de seres auto-ocultantes. Así que intentar superar el nihilismo, o tratar de superar la metafísica, como si fueran errores meramente humanos que pueden ser corregidos por medios humanos, es en sí esencialmente nihilista. Sólo se puede acabar con el nihilismo cuando aceptamos la posibilidad de que el nihilismo no puede acabar todavía con nosotros.
Nota
1. Proceso en virtud del cual el individuo aprende e internaliza pautas culturales más o menos organizadas y persistentes (hábitos, ideas, actitudes, conductas y valores) que le son trasmitidas por su grupo, comunidad o sociedad. se trata de un concepto antropológico, análogo al de socialización para la sociología. (Aclaración del Traductor)
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