Nueva Derecha vs. Vieja Derecha
Capítulo 26: Los Nacionalistas Blancos y la “Política Dominante”
Greg Johnson
English original here, see also French, German
Capítulo 1 aquí, Capítulo 25 aquí, Capítulo 27 aquí
Los Nacionalistas Blancos queremos el poder político.[1] Queremos obtenerlo y mantenerlo y usarlo para que nuestra raza desande su camino hacia la extinción y se encauce por el camino hacia las estrellas. Tenemos la verdad y el bien de nuestro lado, y vamos a ganar.
Pero no perdamos de vista dónde nos encontramos hoy. Los Nacionalistas Blancos somos una minoría pequeña, sin poder y despreciada. Estamos mal organizados, mal financiados y mal dirigidos. Aparte de internet, no tenemos forma de hacer llegar nuestro mensaje a las masas. El sistema político está amañado contra nosotros. El consenso moral imperante considera que el racismo es el mal supremo.
Somos, además, un imán para los tipos disfuncionales: borrachos, locos, aficionados, depresivos, mentirosos patológicos, narcisistas histriónicos, maníacos grandilocuentes y psicóticos redomados. Hasta que aprendamos a identificar y evitar a estas personas, lo mejor que podemos esperar es dar dos pasos adelante y uno atrás. Con demasiada frecuencia, son dos o tres pasos atrás.
Un movimiento que combina un elevado idealismo con la impotencia y miseria del mundo real está destinado a engendrar una tendencia hacia el wishful thinking y las fantasías grandiosas. ¿Quién podría culparnos por querer una alternativa a esta realidad?
¿Cuál es la diferencia entre el idealismo sano y la mera fantasía? El idealista sano no sólo tiene una idea de hacia dónde va, sino que también tiene en cuenta dónde se encuentra ahora y cómo va a llegar desde aquí hasta allá. El fantasioso, por el contrario, está tan empeñado en huir de la miseria del presente que se lanza a un mundo de fantasía idealista sin pensar en cómo puede alcanzarse esa fantasía.
Hablaré de dos tipos de fantasiosos: los radicales y los convencionalistas.[2]
Fantasiosos Radicales
El primer tipo es el más fácil de detectar. Son puristas ideológicos que creen que hay que exponer la verdad y atenerse a ella, sin importar lo radical y difícil de aceptar que le pueda parecer a la corriente dominante. Los puristas creen que los cambios sociales y políticos que desean sólo se lograrán cuando la civilización actual se derrumbe debido a su debilidad interna y corrupción. Hasta entonces, se contentan con leer a Julius Evola y Savitri Devi, publicar mensajes en internet y, tal vez, almacenar armas, municiones y rodajas de plátano deshidratadas.
Creo que los puristas tienen razón en un 95%. Estoy de acuerdo en que necesitamos decir la verdad, mantenernos firmes y tratar de mover al resto del mundo en nuestra dirección. Creo que nunca nos salvaremos bajo el actual sistema social y político. Creo que sólo conseguiremos lo que queremos cuando este sistema sea destruido. Estoy de acuerdo con su presunción implícita de que nunca seremos lo suficientemente fuertes como para destruir el Sistema por nosotros mismos. Estoy especialmente de acuerdo con su lista de lectura.
Pero no creo en esperar mano sobre mano a que la Historia haga el trabajo por nosotros. Nosotros también podemos hacer algo mientras tanto. Podemos crear comunidades en el mundo real. Podemos crear redes y organizaciones. Podemos publicar libros y editar revistas. Podemos orientar a los jóvenes. Podemos convertir a la gente a nuestra forma de pensar.
Podemos hacer algo más que prepararnos para sobrevivir al colapso. Podemos tener ya una nueva comunidad ―las semillas de un nuevo orden― cuando llegue el colapso. Y, quién sabe, tal vez incluso podamos aportar nuestros hombros a la rueda del tiempo, para acelerar el proceso de disolución y renovación. No debería simplemente festejarse el derrumbe. También hace falta promoverlo.
Fantasiosos Convencionalistas
El segundo tipo de fantasioso es más difícil de reconocer, porque es alguien que finge ser un realista político, un astuto embaucador, un activista pragmático que desprecia a los fantasiosos radicales por no hacer nada.
Pero los fantasiosos convencionalistas suelen estar más desconectados de la realidad que los radicales. Considérense los siguientes comportamientos de los fantasiosos convencionalistas:
1. Entusiasmo electoral
Los fantasiosos convencionalistas siguieron las recientes elecciones de EE.UU. [de 2010] con extremo interés, a pesar de que, entre los cientos de candidatos que se postulaban, sólo uno (Jim Russell, del distrito 18 de Nueva York) se preocupaba por representar los intereses de los estadounidenses Blancos (e incluso él podría querer demandarme por decirlo).
Sí, por supuesto, la política estadounidense nos afecta a todos. Pero eso no explica por qué los Nacionalistas Blancos de buena fe apoyan a los republicanos como si a los republicanos les importaran los intereses Blancos.
¿Cómo se explica eso?
Es complejo. En algunos casos, estoy seguro de que se trata simplemente de una cuestión de viejos hábitos que se resisten a morir. En otros casos, se trata menos de amor a los republicanos que de odio hacia la izquierda.
Pero, en su mayor parte, se debe al poder de la fantasía. He visto a teleadictos obesos haciendo pantomimas de mate de baloncesto y luego pavonearse y acicalarse como atletas de élite. He visto a entusiastas del deporte que se enorgullecen de relatar un partido tanto como los atletas que lo ganan. Jalear a los republicanos es lo mismo. No es divertido sentirse alienado e impotente, por lo que a muchos Nacionalistas Blancos les gusta imaginar que los republicanos son nuestro equipo, ya que, cuando el equipo de uno gana, se experimenta un sentimiento solidario de eficacia, aun cuando uno no haga nada para contribuir a la victoria.
Confundir el comentario político con el poder político es equivalente a sentirse como una estrella de rock al tocar una guitarra de aire.
Pero la cosa aún se pone peor.
2. Respaldo a candidatos del Sistema
Algunos Nacionalistas Blancos van mucho más allá de un mero apoyo pasivo a los políticos convencionales. En efecto, ellos contribuyen con dinero y trabajo a políticos que no nos representan. De hecho, si estos políticos supieran quiénes somos, huirían de nosotros.
Primero fue Patrick Buchanan. Luego fue Ron Paul. Ahora es Rand Paul y el Tea Party. Conozco personalmente a Nacionalistas Blancos que han dado miles de dólares e incontables horas de duro trabajo a estos candidatos, a pesar de que no hay forma de que podamos influir en ellos.
De nuevo, la pregunta es: ¿por qué?
Claro, como era de esperar, la izquierda les acusó de racismo. Pero no fue eso. Ninguna de estas personas representa los intereses Blancos. Se pondrían furiosos si se les acusara de ello.
Algunos Nacionalistas Blancos han afirmado que estaban buscando posibles conversos. Pero eso no requería donar dinero ni trabajar realmente en favor de los candidatos.
Otros han afirmado que simplemente querían crear problemas al establishment. Pero, una vez más, había suficientes paleocons, libertarios y Tea Partiers auténticos como para hacerlo. Los Nacionalistas Blancos no necesitaban darles un céntimo ni mover un dedo.
Entonces, ¿por qué lo hicieron? Nuevamente, creo que les ofrece una ilusión de eficacia en el mundo real.
Pero es una ilusión muy cara.
De hecho, yo diría que es una autoindulgencia inmoral.
Los Nacionalistas Blancos despiertos son poco comunes. Si estás bien despierto, entonces necesitas poner todo tu dinero y esfuerzo en despertar a otros. Los libertarios y los paleocons pueden ocuparse de los suyos. Los Nacionalistas Blancos necesitamos ocuparnos de los nuestros.
A los Nacionalistas Blancos que están desperdiciando su tiempo y dinero apoyando a políticos del Sistema, yo les pregunto: “si tú no, entonces ¿quién?” Si tú no apoyas nuestra causa, entonces ¿quién lo hará? El Nacionalismo Blanco consiste en tomar partido por nuestro propio bando. Entonces, ¿por qué, por el contrario, los Nacionalistas Blancos han de trabajar para el Sistema?
La próxima vez que alguien que lea esto esté pensando en gastarse 2.000 dólares para comer pollo de plástico en un salón de baile con un candidato político del Sistema, que se ponga en contacto conmigo primero. Por 2.000 dólares, me sentaré a cenar contigo y escucharé lo que tengas que decir. Me aseguraré de que tu dinero vaya directamente a promover el Nacionalismo Blanco. Te mantendré informado sobre los efectos que está teniendo. Demonios, incluso pagaré yo la cuenta.
3. Autocensura
El Sistema no quiere otra cosa que hacernos callar. Pero algunos Nacionalistas Blancos fantasean, de hecho, con que callarse es el camino hacia la victoria. Nos dicen que tenemos que autocensurarnos, evitando toda idea que “no cuadre en Peoria”. Tenemos que distanciarnos de los radicales y extremistas, de la gente con ideas que suenan extrañas, fácilmente parodiables.
En lugar de eso, tenemos que “ir al encuentro de la gente a donde ésta se encuentra ahora mismo”. Tenemos que apelar a sus actitudes e intereses actuales. La política, después de todo, es el arte de lo posible. Tenemos que trabajar dentro de los parámetros existentes e ir moviendo a la gente en la dirección correcta.
Suena tan razonable, tan concreto y bien fundado. Pero en realidad se trata de fantasía abstracta. La verdad es que no hay ningún camino político que lleve de Peoria a la República Blanca. Entre ellos hay un vasto abismo moral que la mera política no puede salvar.
El problema es que la gente de Peoria quiere el sistema que está envenenando la mente de sus hijos con autoodio y con adoración a las minorías, inundando nuestro país con los detritus del Tercer Mundo y poniendo nuestra raza en la senda de la extinción. Quieren ese mundo, o al menos quieren la aprobación de sus amigos y vecinos y de los profesores de la escuela dominical y de Oprah más de lo que quieren oponerse a las fuerzas que promueven nuestra extinción.
Los del Tea Party también quieren ese mundo, con la diferencia de que quieren asegurarse de que las hordas marrones hereden un país con bajos impuestos, gobierno limitado y moneda sólida ―como si les fuera a servir de algo―. Los del Tea Party no harán nada explícitamente pro-Blanco porque no les importa lo suficiente la preservación racial como para correr riesgos. No son racistas sólo porque las Rachel Maddows del mundo digan que lo son.
La política siempre apela al sistema de valores existente. Hoy en día no es posible una política Nacionalista Blanca, porque el sistema de valores dominante es antirracista. El antirracismo es lo único realmente sagrado hoy en día en este país. A menos que cambiemos el sistema de valores, cualquier progreso político que hagamos tendrá un coste enorme y será fácil de borrar. Sí, se puede nadar contracorriente, pero es agotador, y basta con relajarse un segundo para ver barridos todos los logros alcanzados.
Conclusión: necesitamos un movimiento metapolítico para crear un contexto en el que el cambio político sea posible; y crear ese contexto requiere: 1) cambiar los valores de la gente, y 2) ampliar su horizonte sobre lo que es realmente posible.
Se puede hacer. Pero tenemos que decir cosas que la gente considerará inmorales o irrealizables, y luego persuadirles para que cambien de opinión. Si queremos salvar a nuestra raza, tenemos que arriesgarnos a ofender a gente.
La política de siempre es el camino a la perdición: callarse, pasar desapercibido, no causar problemas y seguir la corriente que está llevando a nuestra gente al mar tenebroso de la extinción.
4. Auto-cooptación
El Sistema trata de cooptar y neutralizar toda disidencia política. Pero algunos Nacionalistas Blancos fantasean con que cooptarnos a nosotros mismos es el camino a la victoria.
Estoy a favor de crear grupos de fachada y publicaciones controladas por Nacionalistas Blancos de buena fe que se crucen con el borde exterior de la corriente dominante. Estos frentes nos permiten reclutar y radicalizar a la gente, moviéndola en la dirección correcta. Necesitamos todo un espectro de organizaciones y mensajes que abarquen la brecha entre la corriente dominante y los defensores de un Etnoestado Blanco.
Pero no sirve de nada persuadir a los Nacionalistas Blancos de que se muevan hacia lo mainstream: callarnos, pasar desapercibidos y dedicar nuestro escaso dinero y tiempo a promover el éxito de políticos del Sistema ligeramente menos malos. ¿Cómo exactamente va eso a acercarnos a una República Blanca? Cooptarnos no es el camino al poder, sino a la desintegración.
Una vez más: los libertarios, los paleocons y los republicanos pueden velar por sus propios intereses. Nosotros somos una minoría pequeña, sin poder y empobrecida. Si no dedicamos todos nuestros recursos a promover nuestro propio mensaje, entonces ¿quién lo hará?
Notas
[1] En el original, Political “Mainstream” (nota del traductor).
[2] En el original, mainstreamers (nota del traductor).
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