Nueva Derecha vs. Vieja Derecha
Capítulo 27: Por qué los Conservadores siguen sin poder ganar
Greg Johnson
English original here, see also French
Capítulo 1 aquí, Capítulo 26 aquí, Capítulo 28 aquí
Hace poco releí el clásico ensayo de William Pierce de 1971 “Por qué los conservadores no pueden ganar”. Al igual que Pierce, si me viera obligado a elegir entre progres y conservadores, me pondría del lado de los conservadores. Los conservadores tienen el realismo político indispensable para la preservación de cualquier civilización. El liberalismo social, lo reconozco, atrae a los mejores cerebros, linajes y espíritus de nuestra raza. Pero, aunque el idealismo y la imaginación liberales adornen las altitudes de nuestra civilización, están socavando sus cimientos.
Si, en las próximas elecciones del país, todos los que votaran a los republicanos cayeran muertos en la cabina de votación, el país estaría acabado. No se puede tener una sociedad funcional formada por burócratas, académicos, parásitos de la asistencia social, Judíos, morenos, feministas, bebedores de zumo de frutas y entrometidos varios. Pero si todos los votantes demócratas murieran, aunque mi propia familia quedaría más que diezmada, la sociedad continuaría. Sin duda, sería más ordenada y próspera, aunque también sería monótona y horriblemente mojigata.
Fuera del ámbito político, en el cual rechazo completamente el igualitarismo y el multiculturalismo, soy bastante liberal. Pero uno no puede negar que el Nacionalismo Blanco es hoy un fenómeno de derechas. Para que el Nacionalismo Blanco triunfe, tiene que convertirse en sentido común para todo el espectro político. Pero, por el momento, somos derechistas, y tenemos que sacarle el mayor provecho.
Aun así, aunque seamos derechistas, no somos conservadores. Los conservadores comparten algunos de nuestros valores, pero no todos, y desde luego no comparten nuestros objetivos. De hecho, es difícil hablar de conservadores con objetivos. Los conservadores están orientados al pasado u obsesionados con el legalismo, los procedimientos y los derechos, pero no tienen una imagen de sociedad perfeccionada que sirva de fin adecuado para la actividad política. Los Nacionalistas Blancos, como los izquierdistas, sí tienen esa visión.
Los objetivos conservadores, si los hay, se limitan a una resistencia parcial a la implementación de los grandes designios de la izquierda. Las más de las veces, los conservadores sólo intentan aferrarse a los programas izquierdistas del pasado.
La descripción de William F. Buckley del conservadurismo como “colocarse en las vías de la Historia gritando alto” retrata bastante bien esta mentalidad, por indecorosa que sea para un individuo serio. Los Nacionalistas Blancos, sin embargo, queremos estar en la locomotora de la Historia, dirigiéndola hacia nuestro objetivo y soltando alegremente el vapor cuando los Buckleys del mundo intenten interponerse en nuestro camino.
El núcleo del argumento de Pierce es que los conservadores no pueden ganar porque realmente ni lo intentan. Los izquierdistas juegan a ganar. Tienen un objetivo superior. Tienen un mundo que ganar. Los conservadores sólo intentan aferrarse a los años ‘50 o a los ‘80. Los conservadores pueden llegar a pelear ferozmente de vez en cuando, pero siempre juegan a la defensiva. Ellos creen que la presidencia de un Nixon o un Reagan es una gran victoria, luego caen en la complacencia, sólo para despertar unos años más tarde y descubrir que la izquierda ha estado en marcha todo el tiempo.
En igualdad de condiciones, el bando que lucha para ganar vencerá al que lucha para empatar. La fortuna favorece a los audaces, a los que están a la ofensiva, no a los que se limitan a estar a la defensiva.
Los conservadores también hacen casi un culto de la deportividad, de ser buenos perdedores y prestos conciliadores.
Bien, los conservadores SIGUEN sin poder ganar. Pero tampoco pueden aprender, así que continúan promoviendo sus locuras entre las nuevas generaciones. Recientemente, dos publicaciones Nacionalistas Blancas, que una vez fueron realmente prometedoras, se han echado a perder por el conservadurismo: Occidental Dissent y The Occidental Quarterly, que edité durante dos años y medio, junto con su publicación hermana, TOQ Online, que creé y edité durante un año. Ya me he ocupado de Occidental Dissent en “Nacionalistas Blancos y la ‘política dominante’”. Aquí quiero ocuparme de TOQ.
El 6 de noviembre de 2010, John Gardner (“Yggdrasil”), el nuevo editor de TOQ, publicó “Por qué existe The Occidental Quarterly”, en el cual explica los objetivos que tiene TOQ bajo su dirección. Este artículo contiene buenos consejos para que los Blancos se vuelvan lo más independientes posible del sistema consumista y de sus valores y para que creen redes de ayuda mutua.
Pero cuando se trata del sistema político, Gardner sigue siendo muy conservador, incluso republicano. Él cree que los Nacionalistas Blancos ―un movimiento minúsculo, sin voz, despreciado, mal financiado y mal dirigido― debería tratar de presionar y “condicionar” a los republicanos para que representen los intereses de los Blancos. Gardner, en efecto, piensa que los Blancos pueden votar y presionar y sacarnos de este desastre, como si nuestro pueblo no hubiera sido objeto de un programa lento y sistemático de genocidio, sino que simplemente estuviera teniendo mala suerte con las urnas.
Considero que es demasiado pronto para que los Nacionalistas Blancos se involucren en la política electoral y en presionar. Tenemos que hacernos más grandes, más ricos y más políticamente amenazantes antes de que podamos hacer una diferencia en ese ámbito. (Y si llegamos a ser lo suficientemente poderosos, podemos prescindir por completo de la política electoral.) Pero, para que todo eso ocurra, necesitamos invertir nuestro tiempo, dinero, cerebro y talento en la construcción de comunidad y la divulgación. Tenemos que ganarnos a la gente, que se una a nuestra forma de pensar, empaquetando y entregando nuestro mensaje a todos los segmentos Blancos por todos los medios disponibles. Tenemos que construir nuestra comunidad de modo que tenga para ofrecer a los potenciales conversos algo más que la ignominia y la compañía de locos.
El John Gardner que yo conocí era un Nacionalista Blanco, conocedor del tema racial y la Cuestión Judía, que creía en el objetivo de un Etnoestado Blanco. El The Occidental Quarterly que yo conocí fue fundado para ser explícitamente Blanco y para abordar explícitamente la Cuestión Judía. Pero nunca lo dirías a juzgar por la agenda TOQ 2.0 de Gardner. Lo más que dice sobre la Raza es que los estadounidenses Blancos estamos siendo demonizados y discriminados por nuestro “color de piel”. (Que es el lenguaje de los negadores y minimizadores de la Raza biológica.) Y en cuanto a la Cuestión Judía, todo lo que sacamos es esto:
Una motivación política eficaz exige un “ellos” identificable. Los grupos raciales rivales tienen un “ellos” bien definido en su estereotipo del malvado e indigno hombre Blanco. Nosotros necesitamos nuestra propia etiqueta identificable de “ellos”, que son, por supuesto, aquéllos que se benefician de la actual represión anti-Blanca bajo el régimen del “multiculturalismo”. Luego, el truco es hacer evidente el “ellos” para nuestro propio pueblo sin enardecer y motivar a nuestros oponentes. No deberíamos nombrarlos a “ellos” explícitamente. En su lugar, promovemos políticas que frustren directamente las sustracciones y los beneficios que “ellos” sacan de “nosotros”, generando así el tipo de furia políticamente orientada que nos motivará y nos unificará a “nosotros”.
Si esto es tomado seriamente como política por TOQ, habrá que convertir en celulosa todos los números anteriores de la revista y reimprimirlos reemplazando las referencias a los Judíos con eufemismos como “progres” y “marxistas culturales”. Es más, Kevin MacDonald parece ahora una elección extraña para el puesto de editor. Y al final nunca funcionará, porque el SPLC siempre estará ahí para recordarle a la gente la verdad sobre los Nacionalistas Blancos que se deslizan como cangrejos hacia la corriente política dominante, que empiezan a hablar con acertijos y eufemismos y que tratan de reinventarse como conservadores.
Los pocos que conocemos la verdad más importante del mundo ―que la Judería organizada (no “los progres”, no “los marxistas culturales”) han puesto a la raza Blanca (no a “los conservadores”, no a “los cristianos”, no a “la civilización occidental”) en camino hacia la extinción―, tenemos el absoluto deber de difundir este mensaje y despertar a nuestra gente. Porque, si no lo hacemos nosotros, nadie más lo hará. Los que saben la verdad pero no pueden gritarla a los cuatro vientos tienen el deber de apoyar a los que sí pueden difundirla.
La afirmación de Gardner de que “el truco es hacer evidente el “ellos” para nuestro propio pueblo sin enardecer y motivar a nuestros oponentes” no es más que otra versión de la vieja idea de que podemos “acercarnos a hurtadillas a los Judíos” y pillarlos dormidos. Pero el enemigo tiene millones de ojos sin párpados ni sueño. Y la idea de que el enemigo no está ya enardecido y motivado y trabajando contra nosotros al 99% de su capacidad es irrisoria.
El “truco” de Gardner consiste en no nombrarlos a “ellos”, sino en apoyar políticas que afecten negativamente a los intereses del enemigo, para que salga de su letargo y nos ataque, lo que nos motivará a contraatacar.
En fin, ¿por dónde empezar?
1. ¿No nos están atacando ya lo suficiente los Judíos? Y si décadas de ataques Judíos no han motivado a los Blancos a unirse y contraatacar, ¿por qué Gardner cree que el aumento de la presión Judía producirá un resultado diferente esta vez?
Nuestra gente ya ha sufrido bastante. El papel de los Nacionalistas Blancos debería ser explicar quién nos ha estado atacando, y por qué, y cómo contraatacar. Ése es el tipo de liderazgo que nuestra raza necesita.
2. ¿Cuándo y cómo van a ganar los Nacionalistas Blancos suficiente poder para amenazar de forma creíble los intereses Judíos? ¿Cómo, exactamente, va a crecer el Nacionalismo Blanco sin hablar primero de la Raza o del poder Judío? Si no decimos nada que nos diferencie de los conservadores, si no actuamos con más honestidad que los políticos del Sistema, entonces ¿por qué deberíamos esperar crecimiento alguno? La estrategia de Gardner para ganar poder político comienza así: primero, ganar suficiente poder para amenazar los intereses del enemigo. Las cosas no funcionan de esa manera.
3. Es un método genuino y comprobado de agitación política el presentar una petición moderada a un poder arrogante con la esperanza de que sea denegada. No hay nada de malo en utilizar esta técnica de vez en cuando, cuando es apropiado. Pero depender enteramente de esta técnica ―porque uno ha adoptado la política de no pronunciar nunca el nombre del enemigo― es una abdicación del liderazgo. Los Nacionalistas Blancos deberían ser los principales educadores y agitadores de nuestra gente. Una vez más, si nosotros no argumentamos nuestro alegato, nadie más lo hará.
4. ¿Cuál es exactamente la ventaja de mantener a nuestra gente en la ignorancia acerca de nuestros verdaderos enemigos? La derecha dominante ha estado haciendo eso durante décadas, ¿y a dónde nos ha llevado? Richard Nixon sabía lo que pasaba, pero decía la verdad sólo en privado. En público, nombró secretario de Estado a un Judío nacido en el Exterior y creó la acción afirmativa. El enemigo no opera bajo tales desventajas autoimpuestas.
5. La estrategia de Gardner se basa, obviamente, en la experiencia del Tea Party, un movimiento universalista, piadosamente daltónico, que promueve el conservadurismo fiscal y un gobierno constitucional, y que, sin embargo, fue ferozmente acusado de “racista” por la izquierda. Estos ataques han provocado negaciones de “racismo” cada vez más furiosas, pero no mucho más. Tal vez los Nacionalistas Blancos puedan cosechar algunos beneficios de esta polarización, pero no es un fenómeno que debamos imitar o alentar. Le está yendo bastante bien sin nosotros. Además, los ataques izquierdistas contra el Tea Party pueden mover a algunas personas en nuestra dirección, pero nosotros no los llevaremos más lejos a menos que nos mantengamos fieles a nuestro propio mensaje en lugar de mezclarnos con los conservadores.
Pierce tenía razón. El conservadurismo no puede ganar. En realidad, no conserva nada. Es tan políticamente inepto y desventurado que parece casi diseñado para perder. Si hacer lo mismo una y otra vez y esperar un resultado diferente es una definición de la locura, también es una buena definición de conservadurismo.
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