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Traducción por Francisco Albanese; English original here
Una opinión común entre los nacionalistas blancos y nuestros críticos es que una identidad racial específicamente “blanca” sólo tiene sentido en una sociedad colonial como los Estados Unidos, en la que inmigrantes de muchos países europeos se han confluido en una identidad racial blanca genérica, que es distinta de los grupos no blancos como negros, asiáticos y amerindios. En Europa, sin embargo, diferentes pueblos piensan sobre sí mismos como holandeses o italianos o daneses en primer lugar, no sólo como blancos.
Hay dos problemas con esta distinción.
- No hay blancos genéricos, incluso en crisoles coloniales europeos.
- Todos los blancos, incluso aquellos con fuertes apegos a identidades étnicas particulares, también son capaces de tener un sentido general de solidaridad racial blanca.
Hay muchas sociedades coloniales europeas en las que diferentes grupos étnicos europeos han confluido. Pero estas sociedades no son todas iguales. Los Estados Unidos y Canadá ocupan el mismo continente y tienen historias étnicas similares. Pero los canadienses de habla inglesa no son el mismo pueblo que los estadounidenses. Ni los estadounidenses son lo mismo que los australianos y neozelandeses ambos pueblos europeos coloniales mixtos de habla inglesa, también. Lo mismo puede decirse de los pueblos de habla hispana del Cono Sur de Sudamérica, todos los cuales tienen historias similares pero no son una población homogénea.
¿Qué diferencia a estos pueblos coloniales? En primer lugar, para que quede claro, mi argumento no requiere sacar cuentas de lo que diferencia a estadounidenses y canadienses. Simplemente se requiere observar el hecho de que son diferentes. En segundo lugar, hay muchas causas de diferenciación: genéticas, culturales y ambientales. Genéticamente, los “blancos genéricos” de Argentina y Canadá son muy distintos. Culturalmente, son distintos debido a efectos fundadores (Inglaterra vs. España) y diferentes tipos de colonizaciones posteriores. Y por supuesto los diferentes ambientes naturales seleccionan diferentes industrias, estilos de vida y poblaciones de colonos. Más allá de eso, las naciones se diferencian por una serie de contingencias históricas: guerras, revoluciones, asesinatos, crisis económicas, desastres naturales, avances tecnológicos, descubrimiento de recursos naturales, etc.
En definitiva, es algo más ser un norteamericano blanco que simplemente ser blanco. No somos “gente blanca genérica”. Tenemos una identidad americana blanca distintiva.
De hecho, incluso no hay necesidad de usar la palabra “blanco”, porque en ser americano se asume que la blancura es una condición necesaria, como ser francés presupone ser blanco.
Es sólo una creciente ficción cívica transnochada la que nos permite referirnos a afroamericanos o méxico-americanos, al igual que en Francia hay son afrofranceses o árabes franceses.
Nuestros primos europeos son libres, por supuesto, de desdeñarnos como desarraigados, homogeneizados y deculturizados (entre mordiscos de le Big Mac), pero los estadounidenses, anglo-canadienses, franco-canadienses, australianos y kiwis son distintas naciones blancas, al igual que los checos, suecos y noruegos.
Así que cuando hablo de nacionalismo blanco, quiero decir dos cosas.
En primer lugar, el nacionalismo blanco significa etnonacionalismo para todas las naciones blancas, lo que significa patrias políticamente soberanas y étnicamente definidas para todos los pueblos blancos — franceses, vascos, norteamericanos, quebequeses, etc. Una patria para todos los pueblos blancos que aspiren a la soberanía. Nacionalismo blanco significa principalmente etnonacionalismo para las naciones blancas.
En segundo lugar, el nacionalismo blanco se refiere también a un sentido de amplia solidaridad racial — un sentido de orígenes comunes, enemigos comunes y un destino en común. Esta sensibilidad existe en los niveles más altos de los movimientos etnonacionalistas en todas las naciones blancas. Puede servir como base para alianzas, organizaciones intergubernamentales y tratados entre naciones blancas, que pueden mediar en conflictos entre los estados miembros, crear un frente unido contra otros bloques raciales y geopolíticos, y ayudar a los blancos a direccionar problemas demográficos y ambientales globales.
Sin embargo, el nacionalismo blanco no implica nociones grandiosas como un imperium blanco políticamente unificado, las que generalmente son impuestas por la violencia y mantenidas por la opresión y la eliminación de las distintas identidades blancas.
Las naciones pueden, por supuesto, ser engatusadas para unirse a federaciones como la Unión Europea, que aún no es un superestado soberano. Pero la verdadera prueba es si se les permite salirse. Uno puede dejar la UE. Pero el Sur no podía salirse de los Estados Unidos.
El nacionalismo es opuesto a toda forma de imperialismo, incluso imperialismo blanco — especialmente imperialismo blanco, puesto que el imperialismo es peor a expensas de compañeros blancos que de compañeros no blancos.
Pero ¿qué pasa con la persistencia de las identidades nacionales del Viejo Mundo en las sociedades coloniales europeas? Es fácil apuntar a larga historia de conflictos étnicos entre grupos de inmigrantes. Pero en las últimas generaciones, estos han sido en gran parte borrados debido al aumento de la atenuación de los lazos del Viejo Mundo y los emparejamientos mixtos. Hoy, cuando un estadounidense dice ser un irlandés-americano, italo-americano, anglo-americano, polaco-americano, germano-americano o franco-americano, lo más probable es que esté actuando un rol.
La mayor parte de la “etnicidad” auto-descrita por los estadounidenses está determinada simplemente por sus apellidos, no su ascendencia real. Conozco estadounidenses “irlandeses” que tienen un apellido irlandés debido a un tatarabuelo irlandés, pero 7/8 de su patrimonio étnico es italiano. Conozco a estadounidenses “italianos” que son un cuarto italiano, un cuarto francés y mitad irlandés, pero son “italianos” por un apellido italiano.
Por otra parte, en términos de idioma, cultura e incluso cocina, un estadounidense “italiano” (que es 3/4 irlandés) tiene más en común con un WASP (que es medio anglo y medio alemán) que con sus primos en Palermo o Dublín.
Y esto es verdad incluso para estadounidenses que aún pertenecen a un solo stock étnico del Viejo Mundo pero que han perdido cualquier conexión significativa con Europa.
Sin duda, los norteamericanos aún celebran el día de San Patricio y el Oktoberfest. Pero cada vez más, es la misma gente mostrándose en ambos eventos — pueblo estadounidense. La identidad étnica estadounidense crece más fuertes y las identidades del Viejo Mundo crecen más débiles con cada generación en este continente y con cada cruce étnico. Eventualmente, incluso el jugar el rol de apellido desaparecerá. De hecho, muchos estadounidenses jóvenes ya no saben de dónde provienen sus apellidos.
Una vez más, comparto totalmente el horror de nuestros primos europeos en este proceso de borrón de la identidad. Pero el resultado no es una identidad racial “blanca genérica”. Si los crisoles coloniales produjeron simplemente una identidad racial blanca genérica, no habría ninguna diferencia entre los estadounidenses y canadienses. Pero hay diferencias. Por lo tanto, el producto no es una identidad racial blanca genérica, sino una nueva identidad étnica estadounidense, un pueblo estadounidense que necesita restaurar su patria soberana.
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