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Kerry Bolton’s Stalin: The Enduring Legacy (Spanish)
English original here
Kerry Bolton
Stalin: The Enduring Legacy
London: Black House Publishing, 2012
A principios de 1989, pensé que “Rusia” (la Unión Soviética) era un imperio malvado, un sistema totalitario construido sobre la represión y la propaganda y enfocado a la dominación global. También pensé que los Estados Unidos era el principal impedimento para la dominación mundial soviética, el bastión de la libertad. Para fines de 1989, estaba mareado, ya que América se mantuvo firme lo suficiente como para que la unión soviética colapse, producto de sus contradicciones internas, antes de que pudiera lanzarse sobre el mundo entero.
Hoy, sin embargo, las cosas parecen bastante diferentes. Como muchos nacionalistas blancos, veo a los Estados Unidos como un malvado imperio, un sistema totalitario suave construido sobre mentiras y represión y en búsqueda de la dominación global. Efectivamente, nuestro sistema está construido sobre la misma mentira que el Comunismo: la igualdad humana. Es más, Rusia es ahora el principal baluarte contra la dominación global americana.
Pero esta vez, lo que está en juego no es la “libertad” sino algo mucho más importante, ya que si no se controla al liberalismo y capitalismo global de estilo americano, significa la muerte de la raza blanca. Por lo tanto, si nuestra raza ha de sobrevivir, Rusia debe mantenerse firme frente la globalización, hasta el que sistema americano sucumba bajo sus propias contradicciones internas antes de que pueda llevar consigo al resto del mundo.
Stalin: The Enduring Legacy de Kerry Bolton muestra que las raíces de la situación mundial actual son más profundas de lo que jamás me había imaginado.
Stalin es uno de los mayores monstruos de la historia, y el libro de Bolton no intenta negar o minimizar los crímenes de Stalin, aunque encontraría tal proyecto revisionista interesante de leer, dado que nuestra imagen de Stalin fue manufacturada por la misma gente que manufacturó nuestra imagen de Hitler, la cual es grandiosamente falsa.
La preocupación principal de Bolton es con el “Legado” de Stalin, su influencia en la realpolitik del presente, el conflicto entre las fuerzas de la globalización y las fuerzas de la auto-determinación nacional. Y resulta que el enemigo principal de Stalin es el mismo que el nuestro, es decir, la comunidad judía internacional, aunque Stalin nunca lo vio de esa forma.
El libro de Bolton está lleno de sorprendentes revelaciones.
El capítulo 1, “Stalin’s Fight Against International Communism,”, marca las bases para el conflicto de Stalin con Trotsky. Una vez en el poder, Stalin dio marcha atrás a cierto número de políticas establecidas por Lenin y favorecidas por Trotsky y sus seguidores.
En términos de políticas económicas, Lenin y Trotsky favorecieron una reconciliación con el capitalismo internacional, particularmente con los bancos internacionales judíos que habían financiado en un comienzo al Bolchevismo. Stalin, sin embargo, no era judío. Él también era un comunista ortodoxo. Él financió la revolución robando bancos, no pidiéndoles. Así Stalin giró la Unión Soviética hacia la autarquía económica y la colectivización a gran escala de la industria y la agricultura, con consecuencias catastróficas para los campesinos y obreros.
Stalin, sin embargo, persiguió políticas mucho más saludables en el plano social. Él buscó restaurar la familia y el matrimonio, limitar el acceso al aborto, restablecer la disciplina y los estándares en educación, y combatir el “cosmopolitismo desarraigado” y el “formalismo” en el arte y la cultura en nombre de formas artísticas arraigadas en la cultura del folk y capaz de apelar y elevar los gustos de las masas.
Stalin es ampliamente condenado como filisteo, pero en verdad él había desarrollado buen gusto en el arte y la música. Los efectos positivos que él había tenido en la cultura soviética pueden ser más ilustrados al comparar claramente la cuarta sinfonía de Shostakovich, un desastre avant-garde que él retiró bajo crítica, con su quinta sinfonía, una de las más grandes sinfonías del siglo pasado, la cual Stalin estrujó de él usando la musa del terror.
Bolton nunca nos da un sentido de porque Stalin hizo todo esto. ¿Qué lo hacía realmente saltar? Él era claramente altamente inteligente, siempre un paso delante de algunos de los más tránsfugas y conspiradores jefes de Estado. Él también demostró estar muy bien versado en la teoría Marxista y aparecía como un sincero comunista. Él sabía mucho de historia. Y tenía un excelente gusto musical.
Sin embargo parecía ser completamente falto de moral y calor humano. Él no era ruso, así que no podía ser acusado de sentimientos nacionalistas. Él también era un ateo, así que la religión no tenía rol alguno en su vida. Él no tenía sentimientos hacia su pasado y era un profundo revolucionario. Pero a pesar de todo esto, quizás por puro pragmatismo, Stalin le dio a la Unión Soviética una forma de socialismo algo nacionalista, algo social-conservadora.
El capítulo 2, “Stalin and the Art of Rootless Cosmopolitanism,”, trata de la acogedora relación entre los trotskistas exiliados en Estados Unidos, la Agencia Central de Inteligencia, y la fundación Rockefeller en promover el Expresionismo Abstracto y otras formas de arte moderno como respuestas americanas al filistismo de Stalin.
El hecho de que el gobierno de EEUU terminó usando dólares de los impuestos de los granjeros de Idaho y rancheros de Texas para promover el Bolchevismo cultural en el mundo del arte es un elemento puramente simbólico de la oposición trotskista a Stalin es, francamente, increíble. Siempre que los blancos permitimos una masa crítica de judíos en la sociedad, parece inevitable que nos volvamos peones de las maquinaciones judías, incluso disputas ocultas del “partido interior” que están totalmente despegadas de la realidad.
El capítulo 3, “The Moscow Trials in Historical Context,” es el capítulo más notable del libro. Aquí Bolton expone en gran detalle que tan plausible era el caso de Stalin contra la oposición Trotskista.
El hecho de que muchas de las preferencias políticas de Stalin fueron contra los intereses étnicos y gustos del gigantesco contingente judío del bolchevismo significa que las políticas de Stalin inevitablemente parecieron ser anti-semitas a los comunistas judíos más etnocéntricos, quienes se volvieron el centro de la oposición trotskista. (Luego, el ala sionista del movimiento trotskista se volvió el núcleo del neoconservadurismo).
Pero llamar a Stalin anti-semita es un cumplido inmerecido. Si, él era anti-trotskista. Si, luego él fue anti-sionista. Si, Stalin mató innumerable cantidad de bolcheviques judíos. Pero uno no puede purgar un partido abrumadoramente judío sin purgar algunos judíos. Sin embargo, Stalin mantuvo la lealtad de muchos comunistas judíos hasta el mismo final. Por lo que Stalin fue un anti-semita sólo en el sentido del término a lo Joe Sobran: los judíos lo odiaban. Pero Stalin no odiaba a los judíos como tales. Él peleó contra ellos sólo en tanto que ellos se opusieron a sus políticas y a su concepción del comunismo.
Sin embargo, Stalin si cambió el carácter étnico del comunismo soviético de algo reconociblemente judío y nihilista a algo reconociblemente ruso y socialmente conservador. Aunque los judíos eran un grupo privilegiado en la Unión Soviética hasta el mismo final, ellos ya no sentían que el régimen era suyo. De acuerdo al libro de Solzhenitsyn Two Hundred Years Together, luego de la muerte de Stalin, el régimen tomó pasos activos para frenar la sobre-representación judía en las instituciones elite. Los judíos eran masivamente sobre-representados, pero desde el punto de vista de la queja, podrías pensar que estaban haciendo ladrillos para el faraón. Para los 70’s, un éxodo hacia Israel desde los Estados Unidos estaba en camino. Esto le da esperanza a los blancos de EEUU. Ya que inclusive esfuerzos simbólicos de limitar la sobre-representación judía en nuestra sociedad será magnificado inmensamente por la hipersensibilidad judía, quizás lo suficiente como para despertar un éxodo propio.
Los capítulos 4 y 5 tratan con los orígenes de la Guerra Fría. Contrario al canard de la vieja derecha estadounidense de que las Naciones Unidas eran una conspiración comunista para destruir la soberanía norteamericana, las Naciones Unidas en realidad buscaron establecer un gobierno mundial genuino bajo el control de los EEUU al finalizar la Segunda Guerra Mundial, y fue Stalin quien los frenó. Es más, las Naciones Unidas querían “internacionalizar” la energía atómica, lo que significaba que la ONU, bajo el control de EEUU, tomaría el control de la minería de uranio y su refinamiento para mantener el monopolio nuclear de EEUU de las armas. Cuando Stalin dijo nyet a ambos, el gobierno mundial fue frenado y la Guerra Fría empezó a correr. Y, resulta que los trotskistas tomaron parte en cada aspecto de la implementación de la Guerra Fría.
Los capítulos 6 y 7 tratan sobre la muerte de Stalin (envenenado) y la Rusia post-soviética. Luego del colapso de la Unión Soviética, EEUU buscó establecer una hegemonía unipolar y llevar a Rusia al sistema global. Muchos arquitectos de este Nuevo Orden Mundial eran descendientes neoconservadores del movimiento trotskista y su grupo étnico. Vladimir Putin, sin embargo, clavó sus planes, razón por la cual él es actualmente relacionado con Stalin. Y es así como llegamos a la correlación presente de fuerzas: EEUU globalista y judaizado contra Rusia Europea y Nacionalista.
Recomiendo extremadamente Stalin: The Enduring Legacy. Es un pequeño volumen de 160 páginas que se puede leer en una tarde. Mi única queja es que se nota que el libro fue apurado en la imprenta y que está lleno de errores de tipografía y problemas de formato que inevitablemente le restará algo de valor a su impácto.