Nueva Derecha vs. Vieja Derecha
Capítulo 19: La Política del Resentimiento
Greg Johnson
English original here, see also French, Polish
Capítulo 1 aquí, Capítulo 18 aquí, Capítulo 20 aquí
Los Nacionalistas Blancos creen que el actual sistema multirracial y multicultural ha puesto a nuestra raza en la senda de la extinción.
La tasa de natalidad Blanca en todo el mundo se encuentra por debajo del nivel de reemplazo, mientras nuestras tierras están siendo inundadas por no-Blancos de alta tasa reproductiva, que socavan los salarios de los Blancos y extraen mucho más de nuestros Estados del bienestar de lo que contribuyen a ellos, lo que quiere decir que los autóctonos Blancos son los que pagan la cuenta.
Los Blancos son desproporcionadamente víctimas de la delincuencia no-Blanca, que va desde asesinos, violadores y ladronzuelos negros y marrones en las calles hasta instigadores bélicos y mega-estafadores Judíos en las ciudadelas del poder. Los Blancos están muriendo desproporcionadamente en Iraq y en Afganistán y, por supuesto, también estamos pagando desproporcionadamente las facturas de esas guerras.
Mientras los no-Blancos están viviendo un baby boom a expensas de los Blancos, a nosotros se nos vende el mestizaje, la homosexualidad, el aborto, la adolescencia perpetua, la adopción interracial, el arribismo egoísta, el altruismo medioambiental ―cualquier cosa, en realidad, con tal de que las cunas se vacíen de bebés Blancos―.
Han degradado nuestros estándares, pervertido nuestra moral, liquidado nuestra cultura en aras de una falsa igualdad con los primitivos. Se estigmatiza toda forma saludable de conciencia étnica Blanca, mientras se promueven la culpa Blanca y la autoafirmación no-Blanca. Se nos dice que no tenemos derecho a nuestros países, a nuestras riquezas, a nuestros estándares, a nuestra forma de vida. No tenemos orgullo, ni agallas, ni derechos de nacimiento, ni sentido de destino o propósito, ni convicción de que hacemos del mundo un lugar mejor.
Nos comportamos como un pueblo conquistado. Un pueblo conquistado existe para sufrir a causa de otros. Un pueblo conquistado no puede decir que no. Cuando un no-Blanco exige algo, debemos dárselo. Si seguimos así, nos convertiremos en minoría en nuestras tierras en pocas décadas. Le cederemos el poder de determinar nuestro destino a gente que nos odia, gente que saqueará y perseguirá a todos nuestros descendientes, cada vez más escasos, hasta que nuestra raza simplemente deje de existir, y luego seguirán culpándonos de sus fracasos mucho tiempo después de que nos hayamos ido.
Los Blancos estamos siendo victimizados simplemente por ser Blancos. Y aunque Channon Christian y Christopher Newsom, que fueron torturados y asesinados por Negros, obviamente sufrieron más que la heredera Caser Johnson o la poetisa Sylvia Plath, que fueron asesinadas lentamente por una atmósfera cultural de odio anti-Blanco, todos los Blancos son objetivo de destrucción, simplemente por ser Blancos.
El Nacionalismo Blanco, por lo tanto, tiene el potencial de convertirse en un movimiento de masas, que englobe a todos los Blancos, ya que representamos y luchamos por los legítimos y genuinos intereses raciales de todo nuestro pueblo. Es más, el Nacionalismo Blanco puede apelar a las pasiones más poderosas que impulsan los movimientos de masas políticos: el resentimiento, la victimización, la ira, el odio a un sistema diseñado no sólo para estafarnos y degradarnos, sino para destruirnos, en definitiva.
Además, el Nacionalismo Blanco nunca llegará a nada a menos que aspire a ser un movimiento de masas que aproveche el resentimiento, la victimización y el odio para destruir el sistema existente y liberar a nuestro pueblo.
Pero este tipo de política no sienta bien a muchos Nacionalistas Blancos.
Muchos Nacionalistas Blancos sólo son conservadores burgueses calenturientos que tiemblan por sus cuentas bancarias cuando oyen murmullos populistas o les llega el aire de la política del resentimiento. He conocido capitalistas turbios que se han enriquecido de maneras que ninguna sociedad decente debería permitir. Pero están convencidos de que cualquier objeción a su estilo de vida está motivada únicamente por la envidia y el resentimiento, del mismo modo en que los Judíos siempre atribuyen el anti-Judaísmo a los defectos de sus enemigos.
Otros Nacionalistas Blancos tienden a ser elitistas con predilección por las sociedades jerárquicas tradicionales: monarquías, aristocracias, repúblicas clásicas. Nosotros despreciamos el surgimiento del hombre-masa y de la sociedad de masas: democracia, socialismo, comunismo.
Pero, si vamos a fundar una aristocracia clásica, tenemos que aprender artes marciales, inventar una máquina del tiempo, retroceder mil años, conquistar un país y entonces madurar durante 900 años. Sólo entonces, la política podrá basarse en los sentimientos más nobles, y no en los gustos toscos y el resentimiento de los parias.
En mi opinión, ningún sistema de gobierno fue más perfecto que el de la monarquía inglesa a mediados del siglo XIX; excepto, claro está, por el hecho de que cien años después Inglaterra se convirtió en Airstrip One,[1] liquidando su imperio para hacer llover fuego y muerte sobre el continente europeo, en provecho de los Judíos, los bolcheviques y los estadounidenses, ninguno de ellos especialmente noble o culto.
Una vez que hayas seguido a tu aristocracia ideal hasta su fin y te reúnas con nosotros en el presente, podremos emprender la tarea de salvar a nuestra raza en el mundo real. Para hacer eso, sin embargo, necesitamos enfrentarnos al hecho de que nosotros somos los parias, los campesinos arrogantes e ingratos, condenados por nuestros amos Judeo-plutocráticos a ser reemplazados por felahin más tontos, más oscuros y más dóciles.
Tenemos que incitar a nuestros parias concienciando a nuestros hermanos raciales de que están siendo oprimidos. Tenemos que liberarlos de la culpa Blanca que los convierte en presas fáciles. Uno no se siente realmente víctima más que cuando cree que su situación es injusta. Tenemos que avivar su resentimiento e indignación hasta que luchen con pasión.
“Ahora bien, Greg”, puedes estar pensando, “¿cómo encaja este programa de agitación cruda de los parias con tu declarado elitismo, tu focalización en la ‘metapolítica’ y tu interminable flujo de artículos que mencionan a Nietzsche, Spengler, Evola y Heidegger?” Ésa es una pregunta justa. Mi respuesta es que la metapolítica es necesaria pero no suficiente para salvarnos.
La metapolítica, tal como yo la entiendo, abarca dos cosas: 1) la actividad intelectual, es decir, construir nuestra cosmovisión y desestructurar la del enemigo, y 2) la organización comunitaria, es decir, construir una comunidad Nacionalista Blanca, una contra-cultura y una contra-comunidad que supongan la semilla de un nuevo orden Nacionalista Blanco futuro. Esas cosas son absolutamente necesarias, pero por sí solas no bastan para salvarnos. Para salvarnos, el Nacionalismo Blanco debe convertirse, en última instancia, en un movimiento político.
Yo pienso que es muy temprano para un movimiento político y que deberíamos gastar nuestro tiempo y dinero en la metapolítica. En el mejor de los casos, el activismo político actual debería ser entendido como una especie de educación metapolítica, ya que necesitamos contar con una tradición de personas con experiencia política concreta si queremos involucrarnos algún día en la política y poner toda la carne en el asador. (Considerarlo así también evitará el agotamiento fomentado por las falsas esperanzas de avanzar de verdad en política con el clima actual. Gestionar las expectativas es siempre crucial.)
Pero cuando llegue el momento de la política, será necesariamente una forma de política de masas moderna alimentada por el resentimiento ―en nuestro caso, un justificado resentimiento―. Mi papel metapolítico, y el objetivo de este pequeño ensayo, es asegurarme de que tengamos claro este hecho desde ahora mismo y que ajustemos nuestras actitudes y nuestros planes en consecuencia.
Es necesario mencionarlo, porque dos escritores a quienes leo habitualmente ―Richard Spencer y Brett Stevens― han criticado recientemente los intentos de avivar el resentimiento Blanco por estar siendo desplazados; y sus actitudes no son idiosincráticas, sino ampliamente compartidas.
En “Poor Little Oppressed White People”, Spencer habla de Colby Bohannan, de la Former Majority Association for Equality, y de Lou Calabro, del European-American Issues Forum, quienes tratan de promover la conciencia étnica Blanca en una sociedad multicultural; el primero patrocinando becas para los Blancos, el segundo haciendo lobby en favor de que las escuelas de California reconozcan a los euroamericanos como grupo étnico.
Spencer compara a ambos hombres con “demandantes de derechos como Al Sharpton ―por lo visto, ahora la pobrecita gente Blanca oprimida suplicará por paguitas del Estado del bienestar―”. Spencer reconoce el potencial de estos proyectos para despertar la resistencia Blanca al genocidio racial, pero, por lo visto, no parecen suficientemente moralistas o revolucionarios para su gusto.
Stevens también identifica la política del resentimiento masivo con el “liberalismo” mezquino, que contrapone al conservadurismo elitista noble. También afirma que sentirse víctima no es saludable. En mi opinión, sin embargo, lo que no es sano es ser víctima. Sentirse victimizado, por el contrario, no es necesariamente malo si mueve a uno a enfadarse y vengarse. Además, esto es política, no terapia. Francamente, estoy dispuesto a sacrificar algo de paz mental si eso es lo que se necesita para ganar.
El Nacionalismo Blanco incorpora tanto elementos populistas como elitistas. Somos populistas porque creemos que una sociedad justa tiene como objetivo el bien común de nuestra gente, en su totalidad. Sin embargo, el conocimiento y la capacidad para perseguir el bien común son propiedad de los pocos, no de los muchos. Así que una sociedad auténticamente populista necesita una élite que la guíe. (Del mismo modo, las masas necesitan tener voz en la política para evitar que las élites busquen sus propios intereses de facción a expensas del bien común.) La única decisión real es si somos gobernados por nuestra propia élite, cuyas tendencias egoístas se ven mitigadas por el parentesco, o una élite hostil y extranjera, que no tiene tales inhibiciones para explotarnos. Nuestro modelo es una sociedad jerárquicamente diferenciada y orgánicamente unificada, un cuerpo político.
Si queremos crear este tipo de sociedad mañana, nuestro movimiento necesita encarnar esa mezcla de populismo y elitismo hoy mismo. No vamos a ganar sin hacer política de masas, y a las masas las mueve el resentimiento. No hay nada sucio en ello, porque nuestras quejas son justas. E incluso si fuera sucio, una raza que está luchando por su supervivencia ya no puede permitirse el lujo de ser guiada por caballeros nobles que entran con espadas en conflictos de armas de fuego porque prefieren perder antes que violar su sentido del honor y deportividad. En su lugar, necesitamos líderes que estén dispuestos a hacer el mismo sacrificio que Frodo en El Señor de los Anillos, que salvó la Comarca, pero no para sí mismo, puesto que perdió en batalla algo de su propia alma.
Nota
[1] Es el nombre que reciben las Islas Británicas en 1984, de George Orwell (Nota del Traductor).
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