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Uno de los grandes placeres de ser Nacionalista Blanco explícito es poder conocer a otros Nacionalistas Blancos. Si expones tus puntos de vista abierta y honestamente, acabarás oyendo a personas que, en efecto, están de acuerdo contigo, gente que te respetará por tus opiniones y por tu franqueza. Si te pasas la vida ocultando tus creencias ―aparte de algún guiño, codazo o insinuación ocasional―, te rodearás de incautos o de blandengues que huirían de ti y que señalarían tu verdadero yo. No veo qué pueda haber de valioso en ello.
Siempre he valorado la probidad intelectual por encima de la aprobación social, y a los verdaderos amigos por encima de los falsos, por lo que tolero mal el disimulo político. Creo que, en última instancia, no vamos a conseguir lo que queremos a menos que seamos sinceros con la gente sobre lo que queremos exactamente (una sociedad de y para los Blancos) y contra quién y contra qué estamos luchando exactamente (los valores cristianos que nos han programado para el suicidio colectivo y los Judíos que están organizando y alentando el proceso).
Tiendo a la tolerancia, pero en este terreno tengo una vena moralista, y soy bastante cabrón cuando percibo cobardía y deshonestidad en la gente. Realmente, lo que desprecio es la deshonestidad por cobardía. Como veremos, hay otro tipo de deshonestidad, una deshonestidad de fuerza y superación, que sí admiro. Es una deshonestidad que soy demasiado débil para practicar. Hace que mi franqueza parezca mera autoindulgencia.
Uno de los grandes placeres de editar Counter-Currents y North American New Right ―y antes The Occidental Quarterly y TOQ Online― es que las publicaciones “intelectuales” atraen a lectores inteligentes, por lo que he llegado a conocer a las personas más brillantes y valientes de nuestra causa. Nuestros enemigos ―y, tristemente, demasiados de nuestros propios activistas― refuerzan constantemente la imagen de que los Blancos con conciencia racial son tontos y/o desquiciados. Disfruto recibiendo a diario pruebas empíricas de que esto no es cierto.
No pretendo ser especialmente virtuoso en este sentido. De hecho, para mí no hay otra alternativa. Hay mucha gente en el movimiento racialista que publica material tonto y burdo, ya sea porque son tontos o porque piensan que hacerse los tontos es la única forma de llegar a “las masas”. El problema de esta estrategia es que repele a la gente inteligente y atrae a los tontos. Dado que nuestro movimiento es pequeño y es probable que siga siéndolo en un futuro próximo, prefiero que sea inteligente a que sea necio. Al fin y al cabo, la historia no la forjan pequeñas élites de tontos.
Por el simple hecho de publicar y vender material inteligente, me he encontrado en el centro de una incipiente red de racialistas muy inteligentes. ¿Quiénes son? Por supuesto que no puedo decirlo. La gente que tiene algo que perder se arriesga cada vez que contacta con gente de nuestro movimiento. Sólo se pondrán en contacto conmigo si pueden estar seguros de que mantendré la confidencialidad de su información. Y lo haré. Mi misión depende de ello, y nada es más importante para mí que la causa.
Pero puedo decirte qué tipo de personas son. En primer lugar, están muy por encima de la media en inteligencia, curiosidad intelectual, idealismo y creatividad. Entre ellos hay profesores universitarios, escritores, artistas, diseñadores, editores, gente creativa que trabaja en la industria cinematográfica, empresarios y profesionales; algunos de ellos bastante destacados en sus campos.
Entre ellos hay un número desproporcionado de adolescentes, veinteañeros y treintañeros ―mucho más jóvenes que el público promedio de una Conferencia de American Renaissance o de una reunión del Council of Conservative Citizens―, muchos de ellos procedentes de clases medias-altas y altas que van a universidades importantes o se han graduado en ellas. Con un poco de suerte y un poco de orientación, están destinados a tener una influencia desproporcionada en la sociedad.
En resumen, creo que tengo los ingredientes de una nueva élite intelectual y creativa, una élite que podría desempeñar un papel destacado en la victoria de nuestro pueblo.
Pero todavía no es una élite.
En primer lugar, a menudo soy el único nacionalista racial que conocen estas personas y, en su mayor parte, nuestras relaciones son meramente comerciales (me compran libros) o virtuales (amigos por correo electrónico). Todavía no tenemos una red, sólo un montón de individuos aislados conectados a mí por los hilos más finos. Para tener una red, tenemos que crear lazos laterales entre los distintos hilos, vinculando a los individuos a la red por múltiples puntos. Estoy trabajando en ello, poniendo en contacto a personas con ideas afines.
En segundo lugar, somos pocos en número y estamos muy dispersos por el mundo. Necesitamos ser más y tener interacciones concretas, cara a cara, de vez en cuando. Estoy trabajando en ello. Estoy trabajando para atraer a más gente y crear espacios seguros para las interacciones cara a cara.
En tercer lugar, necesitamos personas metidas dentro del Sistema, de las que tienen mucho que perder. Pero, debido a estas mismas características, no pueden permitirse ser Nacionalistas Blancos explícitos. Al menos, aún no. Nada ganarían estas personas perdiendo sus posiciones en el Sistema por confesar abiertamente su Nacionalismo Blanco en el clima actual.
Entonces, ¿qué hacer? Tenemos que seguir construyendo nuestra red hasta que seamos lo suficientemente fuertes, y el Sistema se debilite lo suficiente, para que una lucha abierta tenga posibilidades de éxito. Hasta entonces, la mayoría de nosotros tendrá que guardar silencio públicamente, compartiendo nuestros puntos de vista sólo en pequeños círculos de amigos de confianza.
Pero, psicológicamente, eso es muy difícil de hacer. La verdad nos importa, o no seríamos Nacionalistas Blancos. La valentía nos importa, o no seríamos Nacionalistas Blancos. Así que nos resulta muy difícil ocultar la verdad, o incluso mentir de boquilla, sin sentirnos cobardes.
Por ejemplo, hace poco un camarada que está en posición de contratar gente para su empresa me dijo que estaba temiéndose una charla con su superior sobre diversidad. Me dijo que pensaba declarar rotundamente que basaría sus decisiones únicamente en el mérito. Me dijo que, de lo contrario, no podría vivir consigo mismo.
Le contesté que hacer eso sería una autoindulgencia inmoral. Sus protestas no cambiarían el compromiso de su institución con la diversidad. Sólo perjudicaría su posición en la institución y, muy probablemente, daría a otra persona el poder de contratar a gente.
Le convencí de que sería mucho mejor defender la diversidad de boquilla, conservar su poder de contratación y utilizarlo para contratar a camaradas. Al diablo con el “mérito” si el mejor candidato es un enemigo racial o ideológico. En un proceso así, la “diversidad” podría en realidad ayudarnos, ya que podrían utilizarse consideraciones de diversidad para excluir a Judíos por el hecho de tener piel blanca.
Ser Nacionalista Blanco tiene muchos riesgos y ninguna recompensa. Uno de mis objetivos es cambiar esta situación incorporando la ayuda mutua a nuestra red.
Para ayudar a cuadrar esto con su conciencia, le sugerí que se viera a sí mismo como un agente secreto, como un soldado político disciplinado. Cuando James Bond está encubierto, no se reprocha ser un cobarde por no revelar su verdadera identidad. Sólo piensa en su misión, en su deber. Un agente secreto no miente por cobardía, sino por fuerza y superación. Suprime cualquier franqueza autocomplaciente por un bien mayor.
Sí, necesitamos más Nacionalistas Blancos explícitos. Pero, si no puedes serlo, no te reproches ser un cobarde, no crees un conflicto interior que agote tus energías y pueda llevarte a soltar la verdad de forma autodestructiva en un momento de mera debilidad y autoindulgencia.
En lugar de eso, tienes que adoptar plenamente el papel de agente secreto, cavar hondo, elevarte alto, marchar con tus camaradas y sentirte orgulloso.
Sabemos que el sistema actual es insostenible, pero no sabemos cuándo se derrumbará ni cómo. Podría ser repentino e imprevisto, como el colapso del comunismo. O podría ser largo y lento. Pero ocurra como ocurra, es probable que las personas que recojan los pedazos y construyan un nuevo orden sean una élite organizada y conectada en red que ya está dentro de la estructura de poder existente.
Asegurémonos de que esa élite sea la nuestra. La mejor manera de hacerlo es adoptar el papel y la disciplina de los agentes secretos.
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