Tres preguntas sobre el indetitarismo

NextTime [1]1,406 words

English original here [2]

Traducido por Synchronistic Child

Nota del autor: Lo que sigue es una serie de respuestas a un cuestionario de un investigador académico que está escribiendo un libro sobre el movimiento identitario.

1. ¿Ve a Counter-Currents como una casa editorial identitaria?

Sí y no. Suelo describir a Counter-Currents como una editorial de la Nueva Derecha. Sin embargo, el identitarismo está relacionado con la Nueva Derecha de la misma forma que la política se relaciona con la metapolítica. Veo el identitarismo como un movimiento esencialmente político, pero sus fundamentos metapolíticos han sido establecidos por la Nueva Derecha europea. Veo el proyecto de la Nueva Derecha, tanto en Europa como en Estados Unidos, como la creación de una derecha post-totalitaria, adaptada para combatir la hegemonía cultural de la que han gozado las ideas de izquierda desde la posguerra. El objetivo final de la Nueva Derecha es establecer como máxima prioridad política la supervivencia biológica y cultural y el florecimiento de los pueblos europeos, ya que estos valores están siendo activamente erosionados por las fuerzas homogeneizantes de la globalización.

Desde el punto de vista racial, corremos el riesgo de extinguirnos [3] debido a tasas de natalidad por debajo de los niveles mínimos necesarios para el reemplazo poblacional, al mestizaje, y a la inundación de nuestras tierras con inmigrantes de color y sus descendientes. Desde el punto de vista político, nos es imposible resistir estas tendencias porque hemos perdido soberanía frente a las instituciones y élites internacionales y globales. Desde el punto de vista cultural, estamos siendo asimilados por una monocultura consumista global que es hostil a la identidad y la autoafirmación de las gentes europeas.

Pero los problemas culturales son triviales en comparación con nuestra extinción biológica. Al fin y al cabo, los artefactos de la alta cultura europea serían apreciados por asiáticos y judíos aún en el caso de que la raza que los creó dejase de existir. Si me viese obligado a elegir, sacrificaría todo el patrimonio de la civilización europea si fuese necesario para preservar al pueblo que le dio a luz, y que puede dar a luz a la próxima edad de oro.

Aunque el trabajo preparatorio del identitarismo fue establecido a lo largo de décadas de profundo pensamiento, escritura y enseñanza metapolíticas, el movimiento en sí mismo es ideológicamente minimalista, franco, de hablar sin pelos en la lengua. Europa pertenece solamente a los europeos, y el objetivo es hacer que eso vuelva a ser una realidad. Simplemente hay que repatriar a todo el que no sea blanco. Pienso que la mayoría de los identitarios estarían de acuerdo con una afirmación hecha por Jared Taylor a los efectos de que “tenemos derecho a ser quienes somos, y sólo nosotros podemos ser quienes somos”. Es decir, sólo los franceses pueden ser franceses y sólo los blancos pueden ser Europeos; no habrá Europa sin los europeos. Ninguna persona sana puede contemplar con ecuanimidad la posibilidad de un mundo sin nuestra estirpe. Así como los guerrilleros usan armas ligeras para maximizar su movilidad, el minimalismo ideológico del identitarismo les permite saltar ágilmente sobre los clichés de los defensores de lo establecido y mantenerse al ataque.

En Counter-Currents le hemos dado amplia cobertura al identitarismo en Europa [4], particularmente en nuestro webzine, porque deseamos alentar un movimiento identitario adaptado a las condiciones norteamericanas, al carácter mixto de nuestra ascendencia europea, y a la esencia abstracta, proposicional y carente de raza de nuestras identidades nacionales. En tal ambiente, no podemos simplemente ser alemanes, ingleses o italianos, y el hecho de ser estadounidenses o canadienses no denota una raza específica. Por lo tanto, en América del Norte tenemos que apoyarnos en fuentes de identidad más profundas que los nacionalismos del viejo mundo, es decir, la identidad racial común y las raíces comunes en la cultura europea que nos unen desde los tiempos de los pintores de las cavernas paleolíticas.

2. ¿Piensas que el identitarismo es revolucionario?

Sí, potencialmente. El identitarismo es un movimiento juvenil. Su base está conformada por adolescentes y veinteañeros. Sus líderes están, a los sumo, en la treinta o la cuarenta. Esto significa que los identitarios son, en toda regla, un producto de la Europa multicultural. Por supuesto que algunos han estado más expuestos que otros al multiculturalismo. Pero aunque puedan tener más o menos conocimiento de la historia europea, ninguno vivió ni añora a la Europa anterior a la debacle. Creo que esto los hace intrínsicamente menos proclives que el típico conservador burgués a conformarse con soluciones de compromiso y medias tintas. Y así es como debe ser, porque las soluciones a medias no son soluciones. Ahí está la clave de su potencial revolucionario. Pero es una forma conservadora de revolución, porque aunque rechazan la Europa decadente de hoy en día, lo hacen en nombre del renacimiento de identidades europeas más profundas y auténticas.

3. ¿Qué piensa de la teoría del “choque de civilizaciones”?

Creo que Samuel Huntington tiene razón en lo fundamental. Lo único que le critico es no haber llevado su análisis a sus últimas consecuencias.

La tesis del choque de civilizaciones de Huntington es una respuesta a la reformulación que hace Francis Fukuyama de la interpretación de Alexandre Kojève del fin de la historia hegeliano. Hegel afirmó que la historia terminaría con el descubrimiento e institucionalización política de la verdad de que todos los hombres son libres. Kojéve afirmó que esto requería un “estado universal homogéneo”. Y Fukuyama sugirió que el triunfo del capitalismo liberal democrático una vez terminada la Guerra Fría podría encajar en el marco hegeliano-kojèviano. Aunque Fukuyama también era prefectamente consciente de que una civilización global burguesa puede ser vetada por pueblos que deseen hacer comenzar nuevamente la historia, o por musulmanes que deseen implementar una versión radicalmente distinta de “estado universal homogéneo”, como lo es la umma.

Huntington simplemente ofrece una interpretación de los distintos bloques civilizacionales. (Yo agregaría la civilización judía a la lista). Incluso si uno tiene en cuenta las deudas mutuas e influencias entre civilizaciones, y las culturas mezcladas y liminares, el hecho es que existe una pluralidad de civilizaciones. Y debido a que las distintas civilizaciones tienen intereses e ideales propios, siempre existirán tensiones y conflictos. De ahí el choque de civilizaciones. Esto significa que la historia en sentido hegeliano [5], y la política en sentido schmitteano [6], están en curso.

Desde mi punto de vista, existen diferencias reales,y por lo tanto conflictos reales no solo entre bloques civilizacionales, sino también dentro de ellos y entre los distintos estados nacionales. Es por esto que soy etnonacionalista. Cuando distintos grupos étnicos y raciales se ven forzados a coexistir dentro de un mismo sistema político, la diversidad ocasiona tensiones, las cuales erosionan las diferencias y al mismo tiempo hacen que éstas se vuelvan detonantes de odio y violencia. Por eso la visión etnonacionalista, que también es la visión identitaria, es un mundo de patrias soberanas y homogéneas para todos los pueblos.

Para que pueda funcionar, un estado universal tendría que ser homogéneo, lo cual requeriría la destrucción de todas las culturas únicas. Los identitarios nos permitimos discrepar de esta idea. De hecho, estamos dispuestos a pelear por nuestro derecho a discrepar de ella. Así, vetamos el fin de la historia.

Pero la unificación política de los bloques civilizaciones de Huntington también es negativa por la misma razón: para crear la homogeneidad conducente al funcionamiento político, erosiona las diferencias; erosiona la identidad. Todo estado, grande o pequeño, funciona mejor cuando posee una cultura y una población homogéneas. Los etnonacionalistas piensan que la mejor forma de lograr tal homogeneidad es dividir los estados en base a líneas étnicas, en lugar de mezclar pueblos distintos en pro de la monoraza y la monocultura.

Por supuesto, esto no quiere decir que cada tribu en el Amazonas o en Siberia tiene que tener un asiento en las Naciones Unidas. Tampoco tiene por qué aplicar a ningún grupo minoritario que no aspire a constiturise como nación. Pero incluso en estos casos, la meta debería ser la máxima autonomía bajo el principio de subsidiariedad.

Tal como lo planteo en mi artículo “Nacionalismo grandioso [7]”, yo creo que las naciones europeas deberían estar unidas por una especie de federación laxa que guarde una sana distancia de la unificación política para mediar las disputas que surjan entre ellas y coordinar sus políticas para con otros bloques civilizacionales. Sin embargo, a mi manera de ver, si seguimos la taxonomía de Huntington, tal federación debería comprender tanto a la civilización occidental como a la ortodoxa.